En un post anterior hablamos de las grasas explicando el motivo por el cual son necesarias en nuestro organismo, pero también puntualizamos que no todas las grasas tienen el mismo impacto en nuestra salud. No es lo mismo consumir aceite de oliva que un precocinado lleno de grasas trans.
Hoy os vamos a hablar de las grasas saturadas, lípidos que están presentes, fundamentalmente, en productos de origen animal (carne, huevos, lácteos) pero también podemos encontrarnos con ellos en aceites vegetales como el de palma o el de coco.
Si os pregunto si este tipo de grasas son malas, probablemente reciba como respuesta un SI de forma unánime, pero la realidad es que depende. Existen muchos tipos de ácidos grasos saturados y no todos ellos tienen el mismo impacto en nuestra salud. Se ha comprobado que en esto influye directamente la longitud de la cadena de ácidos grasos. Para explicarlo de una forma sencilla, digamos que podemos pensar en las grasas saturadas como si fuesen un collar de cuentas, a mayor longitud, mayor es el efecto negativo sobre nuestra salud cardiovascular, y viceversa, los ácidos grasos saturados de cadenas más cortas tienen un impacto mucho menor en nuestros niveles de colesterol sanguíneo.
Os voy a dar un ejemplo práctico, el ácido palmítico, presente en el famoso «aceite de palma», es un tipo de ácido graso saturado, cuya longitud es de 16 átomos de carbono (catalogado como cadena larga, sería como un collar de cuentas muy, muy largo), por ello tiene una mayor capacidad para aumentar nuestro colesterol y causarnos problemas cardiovasculares que, por ejemplo, el ácido butírico de la leche, cuya longitud es de 4 átomos de carbono (cadena corta) y por ello tiene un menor efecto en nuestros niveles de colesterol sanguíneo.
De aquí viene por ejemplo la famosa “PARADOJA FRANCESA”, paradoja nutricional que surgió a finales del S. XIX, dónde un cardiólogo llamado Samuel Black comprobó que a pesar del elevado consumo de grasa saturada que hay en Francia, la incidencia de enfermedades cardiovasculares era menor que en otros países como Estados Unidos o Irlanda. En una época en la que todas las grasas estaban en el punto de mira, esta paradoja sorprendió al mundo científico.
¿Quiere esto decir que podamos hincharnos a comer grasa saturada? Obviamente no, a pesar de que no todas las grasas saturadas sean iguales, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no superar el 10% de nuestra ingesta calórica diaria, evitando por supuesto aquellas grasas saturadas que sabemos que son perjudiciales para nuestra salud, como por ejemplo, el anteriormente nombrado aceite de palma, o las grasas que encontramos en alimentos como los fiambres y embutidos.
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