Muchas veces nos quejamos de que hemos hecho una dieta para perder peso y que aunque conseguimos nuestro objetivo, después volvimos al punto de partida o incluso engordamos un poquito más. ¿Dónde estaba el fallo? Muy simple: el fallo está en que nos han enseñado a hacer dietas pero nunca a cambiar de estilo de vida.
Nuestro cuerpo se encuentra en constante cambio, cambiamos con el paso de los años, con las circunstancias de la vida, tenemos épocas más activas y otras más sedentarias, momentos en los que el estrés parece decirnos adiós y otros en los que deseamos que el día tuviese 72h en lugar de 24. Por ello, cuando implementamos un cambio en nuestra rutina tiene que estar bien fundado, debemos tener un motivo por el cual cambiar y además debemos verlo sostenible en el tiempo. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que muchas veces, queriendo conseguir un objetivo como por ejemplo, la pérdida de peso, nos centramos en hacer todo lo posible para lograrlo, aunque muchas de esas actividades no nos gusten o no sean viables a largo plazo ¿Qué ocurre con esto? Pues que una vez que conseguimos nuestra meta, se acabó, lo dejamos poco a poco, cuando ya no hay un objetivo en mente tendemos a descuidarnos de nuevo porque aquellas actividades que habíamos implementado no eran un estilo de vida sino un castigo diario, y así nuestros hábitos vuelven poco a poco al punto de partida, dejamos de hacer ejercicio, dejamos de “hacer dieta”… y el peso, como no, aumenta, pero no viene solo, ya que probablemente la frustración de tener que volver a empezar de cero lo acompañe de la mano, generando de paso sentimientos nada agradables hacia nosotros mismos.
Todo esto ocurre porque en un comienzo no lo planteamos como estilo de vida, sino como una dieta con una fecha de caducidad que tendremos que sufrir momentáneamente pero que en X meses nos olvidaríamos de ella. El cuento de nunca acabar, ya que lo más probable es que en unos meses volvamos a hacer otra dieta que consiga devolvernos a nuestro peso deseado cueste lo que cueste, y la pescadilla vuelve una vez más a morderse la cola.
Mi propuesta es otra, ¿Por qué no implementar cambios que realmente disfrutemos? ¿Qué ganamos obligándonos a comer unas alcachofas si no nos gustan pero en cambio adoramos el calabacín? Comer sano no es aburrido, y mucho menos insípido si sabes adaptarlo a tu ritmo de vida, gustos y necesidades. Otro tanto ocurre con el ejercicio, ¿Por qué obligarte a hacer una actividad que no te gusta cuando seguro que hay otra que te mantiene en forma y la disfrutas mucho más?
Al final todo se resume en cuidarnos, respetarnos a nosotros mismos, nuestras necesidades, nuestras circunstancias y crear un estilo de vida sostenible a largo plazo, si lo que estás haciendo hoy no lo ves viable a medio y largo plazo, replantéatelo y busca aquello que te ayude a estar sano disfrutando del proceso.
¿Quieres olvidarte de las dietas y empezar a mejorar tu estilo de vida?
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